El mito del «palo verde»: ¿alcanza 1 millón de dólares para vivir de intereses y dejar de trabajar?

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Tener un millón de dólares es una de las fantasías más comunes en nuestro país, pero la realidad muestra que vivir de él no es tan fácil como parece

Por Ruben Ramallo

«Si yo tuviera un palo verde, largo todo y me dedico a la buena vida». Quien más, quien menos, ha escuchado o dicho esta frase más de una vez a lo largo de los años.

Es que para la imaginería popular, convertirse en millonario y disfrutar de la vida en una playa paradisíaca del Caribe es una aspiración con mucho de fantasía, aunque en la realidad son pocas las personas pueden concretarla.

Es más, la mayoría de quienes logran concretar su sueño tienen suficientes motivos para no estar tan tranquilos, entre otros por los siguientes factores: un «palo verde» de hoy no vale lo mismo que hace algunos años, ya que inflación mediante ha venido perdiendo capacidad de compra.

A ello se suma que en un mundo en el que lo que sobra son dólares, los rendimientos que se pueden obtener para tratar de incrementar el capital son extremadamente bajos, por lo que sería necesario incursionar en algún tipo de inversión que involucre un determinado riesgo.

Finalmente, y no menos importante que lo anterior, es que quien alcanzó su primer millón, seguramente hará todo lo posible para tratar de afianzar su situación, por lo que tratará de ir por el segundo.

Entonces, salvo que se decida gastar esa fortuna dejando de lado toda especulación financiera, quienes la consiguen deben dedicar buena parte de su tiempo para evitar que su capital se desvalorice con el correr del tiempo.

Es precisamente en este punto donde la cuestión parece complicarse, ya que los datos de inflación en EE.UU. son preocupantes, pues este año apunta a cerrar con un 5%, lo cual genera preocupación entre los analistas y operadores de los mercados financieros, ya que son muy pocas las opciones que surgen para evitar que se erosionen los montos invertidos.

Pocas alternativas frente a la inflación de EE.UU

Ante este escenario, en el que el mínimo de rendimiento para cubrirse de la inflación se ha venido elevando en forma sistemática la gran pregunta del «millón de dólares» es precisamente ¿en qué invertir para no perder capacidad financiera?

Obviamente la respuesta dependerá de los riesgos que se quieran asumir. Sobre este punto, el analista Agustín Cramo sostiene que «la inflación anual proyectada para EE.UU. rondaría el 4,6%».

«Con semejante porcentaje es necesario redoblar los esfuerzos para detectar aquellas opciones de inversión que permitan mantener el capital en términos reales», agrega el analista.

Es por eso que invertir en los bonos soberanos de EE.UU. y Alemania pierde todo el atractivo que tuvieron hasta no hace mucho tiempo.

A manera de ejemplo, un bono del Tesoro de los EE.UU. de 10 años (T-Bond) paga apenas el 1,56%, pero si se considera su par alemán, la cuestión es mucho peor, ya que la tasa es 0 por ciento.

Tampoco es muy tentador colocar ese monto en un Certificado de Depósito en un banco de EE.UU., pues las tasas de interés que se paga ronda el 0,5% anual, por lo que apenas rinde unos u$s5.000 al año por tener el dinero inmovilizado.

Hay que diversificar mucho y tomar riesgos

Una opción para hacer frente a este desafío podría pasar por el armado de un mix compuesto por una parte con T-Bonds y por la otra con un conjunto de acciones de primerísima línea tanto de Wall Street como de algunas bolsas europeas, aunque con revisiones periódicas de la cartera.

Una opción interesante que se le presenta a un inversor de corte conservador podría ser entrar en un fondo de inversión compuesto por acciones de buena calidad y que también tenga la posibilidad según su reglamento de quedarse en efectivo si la cosa viene mal o invertir en bonos conservadores la porción de efectivo autorizada.

Para Gabriel Holand, CEO de HRGloblal, lo recomendable sería «Conservar la mayor parte del capital relativamente líquida, a la espera de lo que suceda con el nuevo virus y ver la forma que puede pegar en la actividad económica global».

«En tal sentido, buscaría fondos armados con acciones y bonos del Tesoro americano que por condiciones de emisión permitan pasarse a «cash» en caso de que el mercado indique que convenga y que puedan comprar futuros para bancar determinadas volatilidades», agrega el experto.

«Es por ello que la cartera podría conformarse con acciones tecnológicas de calidad, laboratorios y «healthcare», apuntó Holand, al tiempo que advirtió que la fortaleza del dólar debilita las commodities y las monedas domésticas, por lo que los bonos emergentes podrían verse afectados».

Los expertos de Puente, en tanto, consideran que «La deuda privada continúa atrayendo capitales dados sus retornos diferenciales y la flexibilidad sectorial, de riesgo y de plazos que brindan los vehículos que la agrupan»

Y agregan que «A nivel sectorial se ven favorecidos en el mediano y largo plazo los sectores de innovación ya sean tecnológicos, de procesos, legales o gerenciales. En todo caso es importante enfocarse en los fundamentales de los proyectos fuera del ruido generado por distorsiones recientes».

Por su parte, Mariano Sardans, CEO de FDI considera que «La cartera depende de que más se tiene, donde está invertida y cuales son los flujos y cuando se necesita el dinero».

«Si no la necesita lo ideal sería invertir en una cartera global, «all world total markets«, que incluya energía, finanzas, materias primas, inmuebles dentro y fuera de EE.UU.», agrega el especialista.

Cabe aclarar esta cartera no se conforma exclusivamente con acciones que cotizan en Wall Street. Por el contrario, debería ser global, multimonedas y bien diversificada. De esta manera es posible que logre una rentabilidad que si bien parece menor, es muy superior a la que se puede obtener invirtiendo en bonos.

En opinión de Sardans, «si la estructura de esta cartera fuera un 33% de acciones y el resto en T-Bills, aportaría un rendimiento promedio del 3% anual», pero si la postura fuera menos conservadora y se invierten las proporciones, el rendimiento aumentaría de la mano de un mayor riesgo».

Hablando en plata, con esta cartera se estaría en condiciones de disponer en forma anual unos u$s30.000 anuales o u$s2.500 mensuales.

Pero no solo se deben analizar los rendimientos esperados, ya que hay otros factores a tener en cuenta, como por ejemplo todo lo referido a las comisiones que se pagan o cuestiones de índole impositiva. Sobre este punto, una cartera declarada en el exterior paga 2,25% de bienes personales y seguramente volverá a pagar el impuesto a la riqueza.

Otro aspecto a considerar es la forma de mover ese capital, o dicho de otra manera como traerlo al país. Si está declarado, lo habitual es ingresarlo mediante contado con liquidación, pero si no lo está, pueden surgir problemas con la sociedad de bolsa interviniente o con el banco en el que se tiene la cuenta, que pueden terminar en la generación de un ROS.

Finalmente, otro punto que no siempre se tiene en cuenta es el impacto del impuesto a la herencia, tanto en EE.UU. o en Europa, pues la tasa que se aplica llega al 43% y el mínimo no imponible es del orden de los 60.000 dólares. «Este es un punto al que por lo general no se le da importancia, pero hay que tenerlo presente, tanto por los montos en juego como por lo engorroso que suelen ser los trámites», concluye Sardans.

Conclusión: u$s1 millón no es sinónimo de multiplicar el dinero

En definitiva, salvo que se elija la posibilidad de gastarse ese «palo verde», tomando como filosofía de vida que «una herencia es un error de cálculo», lo cual habilitaría la posibilidad de pisar las arenas caribeñas, es muy probable que lejos de pasarla bien en una playa solitaria, lo más probable es que en la batalla contra la inflación, el dueño de ese dinero pase mucho tiempo viendo la forma de tratar de ganarle, solo o de la mano de un broker.

Creáse o no, así son los costos de tener un millón de dólares.

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